América Latina y Rusia

kremlin6La reciente visita oficial del presidente Evo Morales a Rusia puso nuevamente sobre el tapete la intención del país más grande del mundo de retomar su vínculo con América Latina. Con la firma de acuerdos especialmente vinculados a la energía, Bolivia sigue así un camino de entendimiento con el gigante blanco que inauguró con decisión el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Ya en noviembre del año pasado, el presidente ruso Dmitri Medvédev visitó Lima, Perú, para participar en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la APEC, luego voló a Brasil, de allí a Venezuela y más tarde a Cuba, en una gira que fue calificada por la diplomacia rusa como “el retorno” a América Latina.

Para la actual administración rusa, en América Latina se está constituyendo un nuevo polo político mundial. «El crecimiento de su papel político es evidente, su voz ya no es un susurro como otrora», dijo por aquellos días de gira Alexéi Sazónov, subdirector del Departamento de Información del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. El funcionario calificó a América Latina como “un socio serio y potente», que tiene sus «propios intereses en temas de seguridad internacional, terrorismo y narcotráfico».

Durante octubre y diciembre pasado, Rusia desarrolló Jornadas de difusión y acercamiento en siete países de la región, que incluyeron no sólo aspectos comerciales, sino también culturales y religiosos. Según la agencia rusa RIA-Nóvosti, el intercambio económico y comercial de Rusia y los países latinoamericanos alcanzó unos 15.000 millones de dólares.

En los últimos meses, se sucedieron dos visitas del presidente venezolano, una del vicepresidente colombiano, Francisco Santos y otras de los presidentes de Argentina, Cristina Fernández y Nicaragua, Daniel Ortega, a Moscú. También se renovó el vínculo entre Rusia y Cuba, con la visita de Raúl Castro. Muchos recordaron durante los viajes del cubano y el nicaragüense otros tiempos, cuando la Unión Soviética era aliado de las revoluciones cubana y sandinista, especialmente durante la década del 80, cuando la URSS intentaba una renovación del “socialismo real” a través de la “perestroika”, (reestructuración) y la “glásnot” (transparencia) en la administración.

Rusia ademas viene trabajando intensamente con Brasil en el llamado grupo BRIC, constituido por las cuatro más grandes economías llamadas “emergentes”.  (Brasil, Rusia, India y China). Algunos “gurús” de la economía mundial, consideran que estos serán los cuatro países dominantes en lo económico hacia el 2050. Goldman Sachs predice que China e India, respectivamente, serán los proveedores globales dominantes de tecnología y de servicios mientras que el Brasil y Rusia serán dominantes como proveedores de materias primas.

Así, el acercamiento de Rusia a América Latina es una ecuación de beneficio mutuo. Para Moscú, se trata de diversificar negocios y apostar en la práctica a una política de multilateralidad, más sensata que la bipolaridad de la posguerra, aprovechando la crisis que en varios frentes enfrenta los Estados Unidos, donde hay que incluir, sin duda, la pérdida evidente y extensa por parte de Washington de predicamento sobre el “patio trasero”: América Latina y el Caribe.

Desde este lado del mundo, en tanto, además de afirmar un rumbo distinto al de la dependencia política y económica con los Estados Unidos, la relación creciente con Rusia es un filón económico. El acuerdo entre Bolivia y Gazprom (el gigante mundial del gas) es sólo un ejemplo entre muchos otros, donde lo energético prima sobre otros aspectos, que sin embargo son destacados como centrales por los medios de comunicación hegemónicos, especialmente los acuerdos en materia militar entre Venezuela y Rusia, donde se presenta a los rusos como una amenaza en la región. Es un discurso que atrasa, propio de tiempos de las hegemonías mundiales inquebrantables. Se vislumbra, por el contrario, voluntad para las relaciones internacionales equitativas. Bienvenidas sean.

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